Erguido, mientras te noto en el pecho, sensación de una tiricia que me eriza la piel, evidente, desde el principio, detalles que sobran, ese palpito de hielo en ausencia, por el calor que en abundancia nos cubre de tantas rarezas que a la realidad difieren, no condiciona, no limita, sino que me irrita la locura, soberana en presencia, de ser ciego ese párpado, a claridad que deslumbra y no me enrobino si me sumerjo en tus brazos, que lamenta el vecino a bocados, de tantas palabras como caricias te he dado.